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El gobierno de Rafael Leónidas Trujillo Molina (1930-1961), consistió en todo tipo de abusos de poder, en los que también se enriqueció a costa de los recursos del pueblo, que usó para crear grandes monopolios. En su época fue uno de los hombres más ricos de América.
Tirso Rivera, quien fuera el encargado de la oficina particular de Trujillo, redactó el 5 de julio de 1961, un mes después del ajusticiamiento del dictador, un informe para su hijo Ramfis, quien se desglosa el compendio de bienes e inversiones que poseía el corrupto dictador.
En el documento figuran unas 33 empresas de su propiedad. Estas empresas explotaban diferentes renglones de la producción nacional y comprendían desde el alcohol, como derivado de la industria azucarera, hasta una fábrica de calzado.
En el sector de la construcción, el tirano armó un complejo gigantesco encabezado por la Fábrica Dominicana de Cementos, un Astillero, Fábrica de Vidrios y Envases de Cristal.
Trujillo controlaba la industria casi en su totalidad. Fabricaba, producía y vendía arroz, carne de res, leche, cigarros, café y derivados del cacao, tanto en el mercado nacional como en el exterior.
El informe presenta que a estos negocios también se le suman cuatro compañías dedicadas a la venta de vehículos de motor, repuestos y neumáticos, además de una fábrica de baterías.
También invirtió su abundante fortuna en la navegación marítima y la línea aérea. Pero no sólo fue ahí, tenía dominio total de las minas de sal, yeso, la industria del papel, la producción de medicinas, implementos médicos y la fabricación de pinturas.
Trujillo era propietario de todos estos monopolios, pero también hubo nepotismo (sus familiares participaban en sus empresas, como prestanombres y protegidos eran dueños de algunos otros comercios, como aseguradoras, y editoras que publicaban los periódicos más influyentes de circulación nacional para la época de la administración, El Caribe y La Nación.
Fuente: Listin